27/10/14

JORDÁN BRUNO GENTA: A CUARENTA AÑOS DE SU MARTIRIO


Sumándonos a la serie de merecidos homenajes que en este día le tributan los católicos argentinos, es preciso dedicar, al cumplirse el 40° aniversario de su martirio, algunas convenientes palabras de elogio a la figura de Jordán Bruno Genta, uno de los más eminentes abanderados de la causa de Cristo Rey en nuestra patria durante los trágicos años setenta, signados por la conflictos armados que se desplegaron por más de una década, con ocasión de la amenaza subversiva de la guerrilla marxista. Entre las numerosas víctimas de la misma, a este respecto, se cuenta Genta, acribillado a balazos en día por miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo -22 de Agosto-, cuando se disponía a asistir a la Misa –precisamente- de la festividad de Cristo Rey.

Hijo de un anarquista ateo y anticlerical, Genta recibió al nacer (sin bautismo de por medio, naturalmente) el simbólico nombre de Jordán Bruno, en memoria del célebre monje heresiarca ajusticiado por la Inquisición el año 1600, a saber, Giordano Bruno, devenido pronto “mártir” del libre-pensamiento moderno. Su adolescencia y juventud mucho distó de ser ejemplar, si bien pronto se destacó por su carácter distinto y su inteligencia profunda. Su filiación ideológica durante los años de carrera universitaria (ingresó a la facultad de Filosofía y Letras de la UBA) fue predominantemente marxista, pese a que fue en esta época que trabó algunas relaciones llamadas a ejercer una benéfica influencia en orden a su transformación posterior, en especial el conocimiento de su esposa, María Lilia Losada, de familia española tradicional y católica, con quien se casaría en 1934.

Habiéndose trasladado por problemas de salud a la tierra cordobesa, se abocó a la lectura de los clásicos, en especial Platón y Aristóteles, con lo que su panorama intelectual comenzó a experimentar un profundo cambio, aunque su conversión y bautismo (seguido de la celebración de su matrimonio cristiano) llegarían recién en 1940, mientras residía en la ciudad de Paraná, en calidad de interventor de la Universidad del Litoral. Por aquel entonces, también su pensamiento político había dado un vuelco hacia el nacionalismo, tan pujante a la sazón, asociado al fecundo movimiento del revisionismo histórico.

Munido de las renovadas fuerzas espirituales recibidas en su conversión, el magisterio de Genta se había hecho a partir de entonces más vigoroso que nunca. Sin embargo, su empuje pronto vino a chocar con los intereses de la política de turno, a saber, el peronismo, aunque el ostracismo a que se vio obligado no menoscabó, antes sirvió para dar más fuerza a su tarea docente, que se multiplicó con generosidad. La prueba definitiva en este campo, con todo, no había llegado. Podemos decir que la recepción de su Primera Comunión, en 1952, señala el fin de esta etapa que podríamos denominar “de conversión”. Desde ese momento, en efecto (ya está instalado en Buenos Aires), dedicará lo mejor de sus fuerzas a la instauración del reinado social de Jesucristo.

Ya hemos aludido al conflicto que embargó a nuestro país durante la luctuosa década del 70´. No vamos a abundar aquí al respecto, pero baste señalar que las fuerzas del marxismo, que comenzaban a manifestarse en varios países de Latinoamérica, también hicieron estragos en el organismo de nuestra patria, queriendo usurpar el poder a sangre y fuego. Claro está que encontraron un obstáculo no pequeño en los verdaderos católicos de aquel entonces, entre los que se contaba, como figura destacada, la de nuestro filósofo, Jordán Bruno Genta.

Como no podía ser de otro modo, las amenazas no tardaron en llegar. Pero mucho más que esto hacía falta para acallar la voz de un luchador dispuesto a morir por su fe. Así fue que llegó, un día como hoy del año 1974, el momento en que los enemigos de Dios y de la Patria fueron por él, creyendo que bastaría con arrebatarle su vida terrena para acabar también con su memoria. Después de recibir once balazos, cayó sobre el pavimento haciendo la señal de la cruz, antes de entregar su espíritu al Padre.

Reproducimos ahora, a modo de conclusión y homenaje, las palabras que el mismo Genta pronunciara en su último discurso antes de morir:

“Pero termino aquí, y ahora termino de veras, diciendo cuál es la Argentina que yo quiero, cuál es la Nación que yo quiero. Es una Nación como aquella que ya existió, como aquella de 1848, 49, 50, cuando las más poderosas potencias del mundo, Inglaterra y luego Francia, una con Southern, la otra con Lepredour, firmaron con Arana, con Juan Manuel (de Rosas), los tratados más honrosos de la historia argentina. (Aplausos).

Yo quiero una Nación como aquella en la que un día todo el pueblo porteño fue convocado al puerto, y ante ese pueblo de varones y mujeres fuertes, entró en la rada la fragata inglesa Sharpy, arrió el pabellón inglés, enarboló el pabellón argentino y lo saludó con veintiún cañonazos. (Aplausos).

Esa Argentina de señores, que obligaba a un trato de señores a los poderosos de la Tierra. ¡Comparad la riqueza de aquella Argentina tan pobre, con la pobreza de esta Argentina tan rica! (Aplausos).

Y por último, en esa Nación que fue y vuelva a ser, otra vez, una tierra de señores donde haya un trato de honor para todos sus habitantes, quiero ver levantarse la Universidad en torno a la Cátedra Magistral, en torno a la Cátedra del Maestro de Sabiduría Divina y humana, de ciencias y de arte, de experimentación y también de manualidades. Pero ¿a efectos de qué? De asegurar la formación renovada de legítimas superioridades, de modelos, de ejemplos, de personalidades ejemplares, que son las que realmente levantan a un pueblo al más alto nivel de cultura, porque el más alto nivel de cultura lo da la presencia de modelos y de ejemplos.

Los laboratorios son para el cálculo y el experimento, para las ciencias que sirven para el uso de las cosas y el dominio instrumental del Universo, pero no nos sirven para ser hombres, ni para cumplir nuestro destino de hombres en el último fin.

Lo que necesita un pueblo es Teología y Metafísica, sobre todo cuando es un pueblo que procede, que viene de la Civilización de Cristo, de los griegos y de los romanos. Nada más. (Aplausos)" .




“SANGUIS MARTYRUM SEMEN CHRISTIANORUM”
(la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos)

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