Compartimos esta publicación del ilustre Padre Leonardo Castellani, donde explica de forma certera los problemas de la educación que bien se aplican a la actualidad, donde podemos ver las consecuencias de los malos gobiernos y, como explica Castellani, de la inoperancia del Ministerio de "Educación" al separarse de la Fe Católica de manera confesional y establecer una “educación laica”.
LO QUE EDUCA AL
PUEBLO
“Esos tiempos pasados éramos pocos, pero bien montados”
“El director no se hace responsable de las ideas u opiniones
vertidas por sus colaboradores, sino solamente de las que ponga bajo su firma.”
Esta “advertencia” que ponen las revistas, y mi amigo Mambrú me incita a poner,
es enteramente inútil: porque todo lo que publica lo ha juzgado el Fulano digno
de publicarse; y por tanto, lo ha hecho en
cierto modo suyo.
Verdad es que ese cierto
modo puede ser dialéctico: hay
quizá una opinión que no es la suya, pero que estima conveniente se debata; hay
una idea que tiene por exagerada o inexacta, pero “anda por ahí”, y el
expresarla con exactitud puede ser parte a precisarla o corregirla; hay una
aplicación errónea de un principio
importante, pero el principio está; y su mismo zafamiento puede ser estímulo a
meditarlo o ahondarlo. Las paradojas pueden ser errores, y pueden también ser
verdades dadas vueltas. Andamos diciendo que “mucha ciencia acerca a Dios, poca
ciencia aleja de Dios”, por ejemplo; hasta que un día caemos en la cuenta que
Cristo dijo cuasimente lo contrario; y entonces exclamamos fieramente: “mucha
ciencia aleja de Dios, como alejó a Freud, a Harnack y a Marx.”. La ciencia no aleja ni acerca a Dios por sí
mismo; sino por su espíritu.
Quiere decir que esta revista no se destina a enseñar, sino
a educar, por pretencioso que esto suene; no a hacer propaganda sino a hacer
luz; o exactamente a suscitar “la luz que
lleva en si mismo todo hombre que viene a este mundo”.
Lo que fallo en la Argentina es la educación; esto también se
dice hasta por demás y también es dialectico; y si trata de excluir la política
es falso; porque sin la solución del problema político, el cual aquí
y ahora es previo a todos los demás, tampoco se solucionará la educación.
En el fondo gobernar bien es educar, pensaron los grandes
griegos. La prueba bien cercana es que Perón enseñó las doctrinas nacionalistas
/que medio usurpó) a los obreros.
La falla antigua de la educación en la argentina parece
estar pintiparada en una controversia poco conocida entre Alberdi y Sarmiento.
Alberdi se alzó enérgicamente (en Bases y
Obras Póstumas) contra la manía alfabetista de Sarmiento: lo primero no es
saber leer, lo primero es conocer la religión y un oficio.
El capitalismo naciente o invadiente, enraizado en el liberalismo
o iluminismo, necesitaba que el pueblo supiera leer…”pasquines políticos”- como
dice con sorna Alberdi; la voz de la tierra y el sentido común decían que el
hombre común no llega a ser realmente hombre sino a través de las verdades
religiosas y la posesión de un oficio- no de una rutina maquinal, de un oficio.
Están los dos fines de la didaxis cifrados en esto: o educar
o enseñar; o hacer una persona o hacer una pieza útil a la sociedad. Y aunque
parezca que Alberdi tira a esto último, con su exigencia de “escuelas de
trabajo”, es al revés: tira a educar.
La escuela sarmientina, que quizá es más bien wildeana y
pizzurniana, ha llegado a esta aberración viviente que es nuestra actual
escuela: donde, por ejemplo, se enseña (¿) “Historia de la literatura española
e hispanoamericana” a muchachos que no saben la lengua; y se intenta sumergir
en la filosofía a petimetres que no saben todavía pensar ni empíricamente – ni
sabrán nunca. Destos petimetres salen los “filósofos” como el loquitor de anoche, que decía de un
dudoso poeta jujeño, que era “una emoción estructurada con suma”. Foutez-moi la paix, sacré nom d’un nom.
Este es un ejemplo menor; hay cosas peores, monstruosas.
“Ministerio de Educación”: no es ni siquiera Ministerio de
“Instrucción”: es Ministerio de OBSTRUCCIÓN. La brutal intromisión del Estado
entre la vocación del maestro y el sujeto de la educación ha tenido resultados
despampanantes, como era enteramente lógico y necesario, dado que es cosa
contra natura – y contra espíritu.
Lo que me extraña es que no haya producido mayores ruinas.
Eso fue debido a la “buena pasta” de muchos maestros – que parece van
deviniendo pocos.
Lo que educa al pueblo es, por orden:
-
El culto religioso, predicación comprendida:
-
El ejemplo de los de arriba (“cual el rey, tal
la grey”);
-
Las diversiones o regocijos usuales;
-
Las fuentes de información;
-
Los “instructores” intelectuales por medio de
clases, cursos o conferencias.
Tomemos por ejemplo esa cosa tan inocente que es la
“información”. “La Argentina tiene la gloria de poseer uno de los diarios más
grandes del mundo…” - Si, cuando la
gloria se mide por los volúmenes. La prensa “grande” es simplemente una pieza
de la “ocupación” del país por lo foráneo o foraine.
Por eso existe tan obsesiva preocupación por “la libertad de prensa”, la cual
ha sido elevada a principio religioso y presentada como una cosa intocable y
sacrosanta.
Ni los reyes ni los santos de antes han tenido los
privilegios que para sí reclaman los potentados que están agazapados detrás del
“periodismo”: o sea, por la burguesía capitalista, dueña de la Prensa “grande”.
Libertad de prensa no significa ahora libertad para los que leen; sino
privilegios para los que prensan. Y aquí nuestra “prensa” es muy mala, o
antinacional, o herética o disolvente, o…todo junto. Donde esto se da, ¿Cómo va
a poder levantarse una nación? El pueblo está siendo pertinazmente deseducado
deste modo.
La “libertad, libertad, libertad” del liberalismo ha
producido la deseducación institución-alizada.
Todos los con órganos de percepción de las cosas invisibles
inteligibles, o sea los con algún grado de vocación de educar, perciben por lo
menos, a momentos, la pesadilla del campo de esqueletos que vio el profeta; en
este caso mucho peor: campo de apestados, gente para morir, semi cadáveres,
infrahombres; y sienten subirles a la boca la erupción candente de las
maldiciones.
Para percibir la miseria de nuestro estado, ya no político
sino humano, yo no necesito sonda. Cómo me fue en la Compañía de Jesús, me
informa sobre la Compañía de Jesús; cómo me fue en la Iglesia, me informa sobre
la Iglesia; cómo me va en el país, me certifica del estado del país, mejor que
cualquier información externa.
Como individuo particular, yo podría salir a la puerta de
calle y con el sombrero en la mano, dar a todo el que pase las gracias porque
me DEJA VIVIR; pero como depositario de un quehacer, para el cual me hizo el
Hacedor, el sentimiento de la abominación se apodera de mi alma y sube a mis
labios la palabra “Anathema”.
Una cosa es la dimensión de la persona particular; otra, la
cuarta dimensión de su relación con Dios. Separado de su causa y de su fin, el
hombre es nada.
-
Pero Jesucristo nunca maldijo, ¿no?
-
¿Está usted seguro?
-
Pero, la verdad es que si yo maldijera, no sería
como Jesucristo, sino como José Mármol.
Por lo cual me guardo de maldecir; salgo a la puerta con el
sombrero en la mano (ahora que no se usa más que para pedir limosna) y doy las
gracias a todo el que pase, etcétera.
Una esperanza queda: la resurrección de Don Quijote.
Una resurrección solamente puede hacerla Cristo.
Sanables hizo Dios a las naciones; y la aparición de un gran
ánimo generoso y lúcido puede levantar a todo un pueblo de la abyección, y
ponerlo en el camino de la grandeza.
(Padre Leonardo
Castellani. Revista JAUJA, nº3, marzo de 1967)
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