4/8/14

DÍA DEL PÁRROCO


“¡Que bello y grande es conocer, amar y servir a Dios! Es lo único que tenemos que hacer en el mundo. Todo lo demás es tiempo perdido.
 

Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el Cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.”
La Pureza viene del Cielo; hay que pedírsela a Dios. Si la pedimos, la obtendremos. ¡No hay nada más bello que un alma pura! Si lo entendiésemos, no podríamos perder la Pureza. El alma pura está desprendida de la materia, de las cosas de la tierra y de ella misma.

¡Qué alegría para el Ángel de la Guarda encargado de conducir un alma pura! ¡Hijos míos, cuando un alma es pura, todo el Cielo la mira con Amor!

Para conservar la Pureza hay tres cosas: la Presencia de Dios, la Oración y los Sacramentos.

El Espíritu Santo reposa en las almas justas, como la paloma en su nido. El Espíritu Santo incuba los buenos deseos en un alma pura, como la paloma incuba a sus pequeños. El Espíritu Santo nos conduce como una madre conduce a su hijo de dos años de la mano, como una persona conduce a un ciego.
Cuando nos abandonamos a nuestras pasiones, entrelazamos espinas alrededor de nuestro corazón. El que vive en el pecado toma las costumbres y formas de las bestias. La bestia, que no tiene capacidad de razonar, sólo conoce sus apetitos; del mismo modo, el hombre que se vuelve semejante a las bestias pierde la razón y se deja conducir por los movimientos de su 'cadáver' (su cuerpo). Un cristiano, creado a la imagen de Dios, redimido por la sangre de un Dios... ¡Un cristiano..., hijo de Dios, hermano de Dios, heredero de Dios! ¡Un cristiano, objeto de las complacencias de las tres Personas divinas! Un cristiano cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo: ¡he aquí lo que el pecado deshonra! El pecado es el verdugo del Buen Dios, el asesino del alma. ¡Ofender al Buen Dios, que sólo nos ha hecho bien! ¡Contentar al demonio que tan sólo nos hace mal! ¡Qué locura!

Todos los santos comenzaron su conversión por la oración y por ella perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia en la oración. Digo, pues, que la oración nos es absolutamente necesaria para perseverar.” 

San Juan Bautista María Vianney 

Para leer la biografía del Santo Cura de Ars en corazones.org (PRESIONE AQUÍ)

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