12/10/13

DÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR Y DE LA HISPANIDAD


¡Somos HISPANOCATÓLICOS, porque Dios lo ha querido! ¡Y cuán felices somos por ello!
Nuestro Ser Nacional Hispano está santificado desde su raíz por la Fe Verdadera.
La Hispanidad Católica la fundan María Santísima y el Apóstol Santiago el Mayor;
la nutre la Santa Iglesia;
la fortalecen –de la mano de María y Santiago- Don Pelayo y los incontables heroicos Reconquistadores, durante siglos de dura lucha;
la ensanchan de manera magnífica los Reyes Católicos y muchos de sus sucesores;
y la defendemos nosotros, activamente y sin descanso, aquí y ahora mismo, y mañana también.
¡Viva la Hispanidad Unida!
¡Viva la Santa Iglesia Católica!
¡Viva la Santísima Virgen María, Señora nuestra del Pilar!
¡Viva Cristo Rey!

Extracto de las “Visiones y Revelaciones” de la Beata Ana Catalina Emmerick.

"Desde Jerusalén viajó Santiago, a través de las islas griegas y de Sicilia, hasta España, deteniéndose en Gades. Como no fue recibido bien en esta región, se dirigió a otra. Con todo, no le fue mejor en este lugar. Lo tomaron preso y hubiera sido asesinado, si un ángel no lo hubiese librado milagrosamente de las manos de sus opresores. Dejó en España a siete discípulos y se trasladó, pasando por Marsella, en el sur de Francia, a Roma. Más tarde volvió a España y se dirigió desde Gades, a través de Toledo, a Zaragoza. Aquí se convirtieron muchos de los naturales del lugar; barriadas enteras reconocieron a Cristo y se despojaron de sus objetos de idolatría. He visto aquí a Santiago en grandes peligros. Fueron lanzadas víboras contra él; pero el apóstol las tomaba tranquilamente en sus manos. Nada le hacían. Al contrario, se volvían furiosas contra los sacerdotes de los ídolos, que empezaron desde entonces a temerle y a respetarlo. He visto después cómo empezando apenas a predicar en Granada, fue preso con todos sus discípulos y convertidos. Santiago llamó en su ayuda a María, que entonces vivía aún en Jerusalén, rogándole lo ayudase, y he visto cómo, por ministerio de los ángeles, fue librado de modo sobrenatural, él con sus discípulos, de la prisión. Le fue impartida la orden de María, por medio de un ángel, de ir a Galicia a predicar allí la fe, y luego volver a su residencia de Zaragoza. 
He visto más tarde a Santiago en gran peligro por causa de una persecución y tempestad contra los fieles de Zaragoza. He visto el apóstol rezando de noche con algunos discípulos junto al río, cerca de los muros de la ciudad; pedía luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto vi venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinando.
La columna era bastante alta y esbelta, de un resplandor rojizo, con vetas de varios colores y terminaba arriba como en un lirio abierto, que echaba lenguas de fuego en varias direcciones; una de ellas iba al occidente, hacia Compostela; las demás, en diversas direcciones. En el resplandor del lirio vi a María Santísima, de nívea blancura y transparencia, de mayor hermosura y delicadeza que la blancura de una fina seda. Estaba de pie, resplandeciente de luz, en la forma en que solía estar en oración cuando aún vivía sobre la Tierra. Tenía las manos juntas, y el largo velo sobre la cabeza, la mayor parte del cual colgaba hasta los pies, como si estuviese envuelta en él. Posaba sus pies menudos y finos sobre la flor que resplandecía con sus cinco lenguas. Aparecía todo el conjunto maravillosamente delicado y hermoso.
Vi que Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. Le dijo María que debía, una vez terminada la iglesia, volver a Jerusalén. Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la aparición. Después que Santiago realizó en Zaragoza lo que María le había ordenado, formó un conjunto de doce discípulos, entre los cuales he visto que había hombres de ciencia. Estos debían proseguir la obra comenzada por él con tanta fatiga y contradicciones.
Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado. En este viaje visitó a María en Efeso. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue decapitado.
Santiago fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad, mientras predicaba en el camino y convertía a muchos oyentes. Cuando le ataron las manos, dijo: ‘Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua’. Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: ‘Ven tú hacia mi y dame tu mano’. El tullido fue hacia Santiago, tomó las manos atadas del apóstol y se halló sano.
Vi a su entregador, llamado Josías, correr hacia él y pedirle perdón. Este hombre confesó a Cristo y fue muerto por su fe. Santiago le preguntó si quería ser bautizado; habiendo contestado que sí, el apóstol lo abrazó y besó, y le dijo: ‘Tú serás bautizado en tu propia sangre’. Vi a una mujer llegarse a Santiago con su hijo ciego y alcanzar de él la salud para su hijo.
Primeramente fue Santiago mostrado con Josías en un lugar elevado; allí se les leyó la culpa y la sentencia en voz alta. Después lo he visto sentado sobre una piedra, a cuyos lados fueron atadas sus manos. Le vendaron los ojos y le cortaron la cabeza. (…)
Después de la muerte del apóstol se produjo un gran tumulto en la ciudad y muchos se convirtieron a la fe de Cristo.
El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, lo llevaron a España algunos discípulos, entre ellos José de Arimatea y Saturnino. (…) Más tarde se llevó su cuerpo a Compostela, que se convirtió en uno de los más famosos lugares de peregrinación. El apóstol Santiago trabajó en España cerca de cuatro años.”

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