La religión del hombre
desacralizado
P. Alberto Ignacio Ezcurra
Fragmento
de un sermón del Padre Ezcurra, que se encuentra compendiado en el libro: Tú
Reinarás. San Rafael, Kyrios, 1994.
Ustedes
empiezan a recorrer en cualquier lugar, santerías, imágenes, estampas, van a ver
que una de las características de la imaginería religiosa de nuestro tiempo, de
las agendas de Guadalupe, de las Paulinas, de los posters con motivos
religiosos, de las estampas, es la desaparición de las imágenes sacras. ¿Qué es
lo que aparece?. Aparece un niño sonriendo, una pareja de jóvenes que camina,
novios que caminan tomados de la mano, un viejo pidiendo limosna, un camino,
arbolitos, pajaritos, pero lo religioso no. O sea, el hombre en el lugar de
Dios. ¿Qué es lo que importa?. En la liturgia, por ejemplo hay una pérdida del
sentido de lo sagrado, del sentido sobrenatural, de que el centro de la liturgia
es misterio, el centro de la Misa es misterio. Y ¿dónde está la participación de
la Misa?. Está en la unión con el misterio, sí, con algo que es misterioso, con
algo que no se ve sino solamente en la oscuridad de la fe. No, la Misa es ahora
una asamblea, una comida, no es el sacrificio de Cristo que se actualiza, es una
comida, es una reunión entre hermanos. ¿Entonces participar qué es?. Participar
es cantar todos juntos, tomados de la mano en el Padrenuestro, abrazarnos,
llenarnos de besitos, estar contentos con los demás. Pero ¡no!. No, la Misa no
es eso. Es por supuesto comunión, pero esa comunión, es decir común-unión,
¿adónde se da?. Se da en Cristo.
Yo
estoy unido a los demás en la Misa si yo estoy unido a Cristo, si yo no estoy en
gracia de Dios y voy a Misa, aunque cante más fuerte que los demás, aunque me
tome de la mano de todos los vecinos en el Padrenuestro, aunque me abrace, me
bese con toda la Iglesia, en el abrazo de paz, aunque sienta mucho, no participo
de la Misa, estoy separado, o sea me falta, me falta aquella savia que me
comunica; soy como una rama seca en el árbol. Ahí está la comunión, en tanto y
en cuanto estoy en comunión, es decir en comunicación con Cristo. En tanto y en
cuanto vivo en gracia puedo participar de la comunidad.
¿Todo
tiene que hacerse comunitario?. La Misa privada, si un sacerdote celebra Misa
solito en su alma, perdido por ahí en algún rincón del mundo donde no hay ningún
cristiano para ayudarlo, esa Misa es comunitaria, porque en esa Misa está
presente toda la Iglesia, y porque los frutos de esa Misa son bendiciones para
toda la Iglesia en la comunicación de los santos. Pero eso se da en el plano del
misterio, en el plano oscuro del misterio y en cambio, lo otro, entiende ponerlo
todo en el plano del sentimiento, de una comunicación sentimental, de una cosa
puramente humana, de una fraternidad horizontal, el otro, el otro y el
otro.
Es
lo mismo que pasa con la música. La música que se quiere poner en las Iglesias
es lo que puede hacer de la Iglesia lo más parecido a una sala de baile o a una
confitería. ¿Por qué?. Porque tiene que mover. ¿Mover qué?. Hay dos tipos de
música; música que mueve el cuerpo, música que mueve el traste y hay música que
mueve el alma. Y es más fácil captar la música que mueve el cuerpo. Mientras más
ritmo tiene la música más se mueve uno inconscientemente apenas la empieza a
escuchar.
En
cambio, la música que mueve el alma es algo más sutil, es algo más fino, es más
delicado. Pero si eso es lo que se quiere, esa música que lleva a lo sacro,
hacia lo santo, hacia la trascendencia, ¿por qué se quiere rebajar, se quiere
profanizar, se quieren profanar las cosas?. Y en última instancia, ¿qué es?: el
hombre en lugar de Dios, lo psíquico en el lugar de lo espiritual.
Yo
no tengo nada absolutamente en contra de la guitarra, me gusta el folclore, me
gusta la guitarra, pero cada cosa tiene su lugar. La música tiene su lenguaje
propio que es distinto, incluso del lenguaje de la letra. Si uno escucha una
marcha militar, empieza a marcar el paso. Y si uno escucha una música caribeña
con mucho ritmo empieza a sacudir el cuerpo. O sea, la música tiene un lenguaje
propio y hay música que es amatoria, hay música que es sensible y sensual, e
incluso hasta sexual: hay música que está hecha para bailar y hay música que no
está hecha para bailar. Si ponemos un cántico gregoriano en un baile sería un
plomo lo más seguro y a nadie se le ocurriría poner un canto gregoriano o poner
música de Bach o poner una marcha militar. A nadie se le ocurriría.
Pero
si se le ocurre poner en la Iglesia música que está hecha para sacudir el
cuerpo, para bailar, para tocar los sentidos, para tocar lo sensible, por más
que le pongamos una letra que nos hable del Corazón de Jesús y de la Santísima
Virgen, no pega. La letra camina por un lado y la música camina por otro
lado.
Pero
no es sólo cuestión de gustos, me gusta o no me gusta, sirve o no sirve. Hay
algo más profundo, lo que se busca es aquello que permanece en el plano de lo
puramente humano, del puro sentimiento. Ese es el motivo por el cual yo señalo,
por ejemplo, eso de la guitarra. Por eso unos hacen una bandera de la guitarra
porque en el fondo, detrás de eso que es aparentemente secundario,
intrascendente, está lo que se decía antes, la guitarra se transforma en el
instrumento litúrgico de la religión del hombre, porque pone en el lugar de lo
sacro, del misterio vertical, de la presencia de Cristo, pone aquello que
solamente toca el sentimiento.
Querer
hacer la Misa divertida para que no se aburran. Siempre hay que estar
inventando, cambiando, poniendo algo nuevo para que no se aburran. ¡No!. La
Misa, el centro de la Misa está en el misterio y ese misterio nunca lo
penetraremos suficientemente si no entramos en un espíritu de silencio, un
espíritu de oración, el Verbo de Dios que habla en el silencio. Si uno en
cambio, quiere hacer de la Misa lo exterior, lo ameno, lo divertido, a la larga
corre con desventaja, porque siempre la fiesta en el club o en la confitería va
a ser más divertida que la que uno puede hacer dentro de la Iglesia en el
momento litúrgico. Y porque el que va a acercarse a Dios en el silencio de la
Iglesia está buscando una cosa distinta de la que va a buscar en el mundo. Cada
cosa en su lugar, pero el trasfondo, de muchas de estas cosas, el trasfondo de
esta tergiversación de lo religioso, es un trasfondo grave: es el hombre en el
lugar de Dios. La religión no como algo vertical que tiende hacia lo alto, sino
como algo que se queda en el plano horizontal, lo mismo que decíamos antes, esa
filantropía que es sólo amor del prójimo, pero que no se funda en el amor de
Dios.
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