Hoy,
20 de noviembre Día de la Soberanía, se reivindica el aniversario
de la Batalla de la Vuelta de Obligado. Combate librado en las aguas
del Río Paraná, comandado por el Brigadier Don Juan Manuel de Rosas
y Lucio N. Mansilla, para detener el avance de las fuerzas piratas Anglo-Francesas.
Pero
la lucha y defensa de la soberanía no es sólo una cuestión
territorial, ni el recuerdo de una batalla.
Un país
soberano debe ser el reflejo de un pueblo digno. Que tenga a Cristo
como único Soberano; un Estado fiel a la Doctrina Social de la
Iglesia, con funcionarios que sirvan al Estado y no que se sirvan de
él; con una política que sirva al bien común, respetando nuestras
costumbres y tradiciones, con una educación de alto nivel al alcance
de todos, donde se forme el espíritu de los jóvenes en los mejores
valores y principios que deben regir su moral, y fomentar así la
formación de profesionales que luego den sus servicios a la Patria;
que haya trabajo digno para todos los habitantes; con una economía
nacional, que ponga los recursos naturales soberanos a disposición
de la Nación y del pueblo, para nutrirlos y mejorar la calidad de
vida de los trabajadores; con un buen sistema de salud, digno y
gratuito; con el pago de impuestos accesibles, que solo sirvan a los
intereses de la patria, del bien común y no a los intereses
internacionales. Un país donde haya justicia social, y
ajusticiamiento del traidor. Donde se recuerde a sus héroes y
mártires y se respeten los símbolos patrios.
Una Nación
Soberana, es decir una Patria Independiente del Imperialismo Sionista
y de la usura que somete a todas las naciones.
Actualmente
la patria se encuentra sometida en manos de la dirigencia política,
traidora, liberal, y entreguista, siervos de sus amos los sionistas,
llevando a cabo la culminación del plan de entrega mundial de la
soberanía de nuestra Nación.
Luego de la caída de Rosas, los
sucesivos gobiernos han procurado destruir nuestra soberanía,
distorsionando nuestra cultura, nuestro idioma, nuestras tradiciones
y nuestra historia, atacando nuestra religión y los símbolos
patrios, llegando al punto de expulsar a Cristo de las aulas y
aclarar el color de nuestra bandera, que no es otro que el manto de
la Virgen Soberana; entregando la economía y nuestros recursos
naturales a capitales internacionales.
Formaron una sociedad
individualista, materialista y consumista de la cultura extranjera,
que olvidó su historia y a sus héroes.
Se consolidó un estado
corrupto, cuyos gabinetes están ocupados por traidores y serviles al
poder internacional, que se sirven de nuestra Patria a su
antojo.
Aun así, la soberanía de nuestra Nación, sigue
viva en el testimonio, valor y sangre, de quienes supieron defenderla
y reivindicarla hasta las últimas consecuencias; siendo ésta una
herencia de guerra que nos viene de la Reconquista y Defensa de
Buenos Aires, de la resistencia de los gauchos comandados por Güemes,
y de nuestros soldados de la emancipación.
La Soberanía
está en la Santa Misa que se celebra todos los días.
Soberanía
son los diarios de Enrique P. Osés, y las palabras del Padre L.
Castellani, P. Julio Meinvielle, y del Padre Ezcurra; Soberanía son
los militantes de Tacuara y la Alianza Restauradora Nacionalista, que
en su militancia supieron dar testimonio y plantarle cara al enemigo
apátrida.
Soberanía es la sangre de Jordán Bruno Genta y
Alberto Sacheri, mártires de La Verdad; la Soberanía está en
los defensores de la patria frente a la guerrilla marxista
internacional de los ‘70, en nuestros presos políticos,
injustamente acusados y olvidados por el pueblo.
Soberanía son
los soldados en las trincheras de Malvinas que con su arrojo y
entrega supieron defender la causa nacional.
Ahora queda
en nosotros, levantar la bandera y continuar el legado que nos
dejaron, cumplir con nuestro deber como partícipes de la Iglesia Militante, y como argentinos.
Solo es posible con convicción,
organización, formación y militancia aguerrida llevada hasta las
últimas consecuencias.
Así, como la Patria fue parida por la
sangre de los soldados que, por la Gracia de Dios, forjaron los
límites de nuestra Nación; así ha de ser restaurada.
La Soberanía solo será derrotada, si nos quitan nuestras convicciones
y el espíritu de seguir combatiendo.
LA SANGRE DERRAMADA
NO SERÁ TRAICIONADA.
POR LA SOBERANÍA NO SE NEGOCIA, ¡SE COMBATE!.
La Vuelta de
Obligado
1845 -20 de
Noviembre- 2017
Antonio Caponnetto.
Ni cuzcos ladradores
ni doctores me traigan,
ni tibios lomos
negros de chiripá o levita,
que no vengan
logistas a hollar estas barrancas,
donde el duelo y la
sangre supieron darse cita.
Auséntense los
torvos, cismáticos o flojos,
espadas sin cabeza,
sin blasón ni coraje,
esta Vuelta del río
reclama en sus orillas
la vieja
aristocracia del sufrido gauchaje.
Ninguna voz rendida
se escuche en el remanso
del Paraná poblado
de recuerdos fecundos,
ninguno se presente
de los que han hocicado,
una vez y por
siempre los he llamado inmundos.
Que no lleguen
tampoco los que enturbiaron nombres
de patriadas
antiguas galopando en montón,
ni los profanadores
de la historia se acerquen,
sólo quiero a los
fieles de la Federación.
¡Encadene el
oleaje, mi General Mansilla,
atenace torrentes,
eslabone los vientos,
que silven los
boyeros, y en las cañas tacuaras
flameen los pendones
amarrados con tientos!.
¡Usted, Coronel
Thorne, desenvaine cañones,
camarada Quiroga:
honre al padre que hereda,
Capitán Tomás
Craig, ancle el buque al pellejo
y usted, Ramón
Rodríguez, con su furia proceda!.
Si la tierra trepida
sabrán los extranjeros,
que las almas
batallan con leal veteranía
invisible y perenne
como un yelmo de plata
como ajorca que
enlaza la fiel soberanía.
Comandante Barreda,
Artillero Palacios,
alumbren las
estrellas de este patrio noviembre,
y en el último
ataque que cada puño sea
la semilla que
labre, que coseche y que siembre.
Nada importa esta
tarde que la proa invasora
nos aventaje en
fuego de metrallas filosas,
mis mazorqueros
tienen bayonetas caladas
y me sigo llamando
Don Juan Manuel de Rosas.
Resistí a los
falsarios, la conjura de escribas,
en mil páginas
negras que fraguó belcebú,
venceré a los que
intenten torcer mi empuñadura,
yo soy el heredero
del sable de Maipú.
Mañana cuando
lleguen las horas más aciagas,
aunque ni un ceibo
quede en mi pampa plantado,
Señor, se alce una
boca para gritar de nuevo:
No han de pasar por
esta Vuelta de Obligado.
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