20/11/17

LA SOBERANÍA ARGENTINA, UN LEGADO DE GUERRA.



Hoy, 20 de noviembre Día de la Soberanía, se reivindica el aniversario de la Batalla de la Vuelta de Obligado. Combate librado en las aguas del Río Paraná, comandado por el Brigadier Don Juan Manuel de Rosas y Lucio N. Mansilla, para detener el avance de las fuerzas piratas Anglo-Francesas.

Pero la lucha y defensa de la soberanía no es sólo una cuestión territorial, ni el recuerdo de una batalla.

Un país soberano debe ser el reflejo de un pueblo digno. Que tenga a Cristo como único Soberano; un Estado fiel a la Doctrina Social de la Iglesia, con funcionarios que sirvan al Estado y no que se sirvan de él; con una política que sirva al bien común, respetando nuestras costumbres y tradiciones, con una educación de alto nivel al alcance de todos, donde se forme el espíritu de los jóvenes en los mejores valores y principios que deben regir su moral, y fomentar así la formación de profesionales que luego den sus servicios a la Patria; que haya trabajo digno para todos los habitantes; con una economía nacional, que ponga los recursos naturales soberanos a disposición de la Nación y del pueblo, para nutrirlos y mejorar la calidad de vida de los trabajadores; con un buen sistema de salud, digno y gratuito; con el pago de impuestos accesibles, que solo sirvan a los intereses de la patria, del bien común y no a los intereses internacionales. Un país donde haya justicia social, y ajusticiamiento del traidor. Donde se recuerde a sus héroes y mártires y se respeten los símbolos patrios.

Una Nación Soberana, es decir una Patria Independiente del Imperialismo Sionista y de la usura que somete a todas las naciones.

Actualmente la patria se encuentra sometida en manos de la dirigencia política, traidora, liberal, y entreguista, siervos de sus amos los sionistas, llevando a cabo la culminación del plan de entrega mundial de la soberanía de nuestra Nación.

Luego de la caída de Rosas, los sucesivos gobiernos han procurado destruir nuestra soberanía, distorsionando nuestra cultura, nuestro idioma, nuestras tradiciones y nuestra historia, atacando nuestra religión y los símbolos patrios, llegando al punto de expulsar a Cristo de las aulas y aclarar el color de nuestra bandera, que no es otro que el manto de la Virgen Soberana; entregando la economía y nuestros recursos naturales a capitales internacionales.

Formaron una sociedad individualista, materialista y consumista de la cultura extranjera, que olvidó su historia y a sus héroes.

Se consolidó un estado corrupto, cuyos gabinetes están ocupados por traidores y serviles al poder internacional, que se sirven de nuestra Patria a su antojo.

Aun así, la soberanía de nuestra Nación, sigue viva en el testimonio, valor y sangre, de quienes supieron defenderla y reivindicarla hasta las últimas consecuencias; siendo ésta una herencia de guerra que nos viene de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, de la resistencia de los gauchos comandados por Güemes, y de nuestros soldados de la emancipación.

La Soberanía está en la Santa Misa que se celebra todos los días.

Soberanía son los diarios de Enrique P. Osés, y las palabras del Padre L. Castellani, P. Julio Meinvielle, y del Padre Ezcurra; Soberanía son los militantes de Tacuara y la Alianza Restauradora Nacionalista, que en su militancia supieron dar testimonio y plantarle cara al enemigo apátrida.

Soberanía es la sangre de Jordán Bruno Genta y Alberto Sacheri, mártires de La Verdad; la Soberanía está en los defensores de la patria frente a la guerrilla marxista internacional de los ‘70, en nuestros presos políticos, injustamente acusados y olvidados por el pueblo.

Soberanía son los soldados en las trincheras de Malvinas que con su arrojo y entrega supieron defender la causa nacional.

Ahora queda en nosotros, levantar la bandera y continuar el legado que nos dejaron, cumplir con nuestro deber como partícipes de la Iglesia Militante, y como argentinos.

Solo es posible con convicción, organización, formación y militancia aguerrida llevada hasta las últimas consecuencias.

Así, como la Patria fue parida por la sangre de los soldados que, por la Gracia de Dios, forjaron los límites de nuestra Nación; así ha de ser restaurada.

La Soberanía solo será derrotada, si nos quitan nuestras convicciones y el espíritu de seguir combatiendo.

LA SANGRE DERRAMADA NO SERÁ TRAICIONADA.

POR LA SOBERANÍA NO SE NEGOCIA, ¡SE COMBATE!.



La Vuelta de Obligado
1845 -20 de Noviembre- 2017
Antonio Caponnetto.

Ni cuzcos ladradores ni doctores me traigan,
ni tibios lomos negros de chiripá o levita,
que no vengan logistas a hollar estas barrancas,
donde el duelo y la sangre supieron darse cita.

Auséntense los torvos, cismáticos o flojos,
espadas sin cabeza, sin blasón ni coraje,
esta Vuelta del río reclama en sus orillas
la vieja aristocracia del sufrido gauchaje.

Ninguna voz rendida se escuche en el remanso
del Paraná poblado de recuerdos fecundos,
ninguno se presente de los que han hocicado,
una vez y por siempre los he llamado inmundos.

Que no lleguen tampoco los que enturbiaron nombres
de patriadas antiguas galopando en montón,
ni los profanadores de la historia se acerquen,
sólo quiero a los fieles de la Federación.

¡Encadene el oleaje, mi General Mansilla,
atenace torrentes, eslabone los vientos,
que silven los boyeros, y en las cañas tacuaras
flameen los pendones amarrados con tientos!.

¡Usted, Coronel Thorne, desenvaine cañones,
camarada Quiroga: honre al padre que hereda,
Capitán Tomás Craig, ancle el buque al pellejo
y usted, Ramón Rodríguez, con su furia proceda!.

Si la tierra trepida sabrán los extranjeros,
que las almas batallan con leal veteranía
invisible y perenne como un yelmo de plata
como ajorca que enlaza la fiel soberanía.

Comandante Barreda, Artillero Palacios,
alumbren las estrellas de este patrio noviembre,
y en el último ataque que cada puño sea
la semilla que labre, que coseche y que siembre.
Nada importa esta tarde que la proa invasora
nos aventaje en fuego de metrallas filosas,
mis mazorqueros tienen bayonetas caladas
y me sigo llamando Don Juan Manuel de Rosas.

Resistí a los falsarios, la conjura de escribas,
en mil páginas negras que fraguó belcebú,
venceré a los que intenten torcer mi empuñadura,
yo soy el heredero del sable de Maipú.

Mañana cuando lleguen las horas más aciagas,
aunque ni un ceibo quede en mi pampa plantado,
Señor, se alce una boca para gritar de nuevo:
No han de pasar por esta Vuelta de Obligado.

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