8/10/12

TESTIGOS DE UNA VERDAD


Todo creyente, bautizado en la Iglesia Católica -la única Iglesia de Cristo- tiene la OBLIGACIÓN DE LUCHAR por ella, en ella y con ella porque es la verdadera arca de Salvación que debe defender a toda costa. Jesús es contundente: hay que ser CALIENTES en el amor hacía Él y a su Iglesia, ya que a los tibios, los vomitará de su boca:

"Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo que compres de mí el oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las iglesias". (Apocalipsis 3, 15-22).

El militante católico es un apóstol que, sin importar su edad, lleva el fuego de la juventud perenne en el espíritu y le cabrá en todo tiempo la gloria y la satisfacción inmensa de defender y llevar la fe de Cristo a todos los rincones, a las nuevas generaciones, a las nuevas juventudes, a las nuevas infancias que retomarán el estandarte y marcharán bajo el mando de la Generala de los Cielos a través de nuevos senderos. Consagrémonos a la realización de este noble ideal: Por Cristo, por su Iglesia y por la Patria. ¡No podemos ser tibios!

El soldado de Cristo no permitirá que su fe sea contaminada con los principios del mundo ni ser arrastrado a la apostasía del relativismo doctrinal. Sabe que la Verdad de Dios es inmutable y que no cambia ni se adapta al gusto y conveniencia de los hombres.

Demos, pues, la buena batalla, el buen combate, la viril defensa en esta guerra metafísica. Somos integrantes de la milicia de Cristo Rey. El maligno no descansa y sus huestes cada día son más osadas y buscan la ruina del hombre. La Revolución anticristiana amenaza con arrasar todo. Pero nosotros tenemos el triunfo asegurado: La morada eterna junto a nuestro dulce y soberano Señor. Y acá en la tierra, lo alcancemos a ver o no, sabemos del triunfo profetizado en Fátima: "Al final mi Inmaculado Corazón triunfará".

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