30/6/11

Cuando la izquierda defendía la pederastia.

Hace unos meses, cope.es incidía en la campaña de manipulación de los casos de abusos sexuales contra menores emprendida por numerosos medios como arma contra la Iglesia católica, y hacía hincapié en que esos abusos han formado parte de la cultura “progresista” occidental durante los años 70 y 80, bajo el dudoso imperativo de “liberar la sexualidad infantil”. En 2001, el caso Cohn-Bendit avivó la polémica. Ahora, el periodista y escritor Ignacio Peyró nos deleita con un exquisito reportaje, publicado en el Semanario ALBA, sobre lo que él llama "cuento de izquierdas", que viene a reafirmar la tesis de cuando la izquierda defendía la pederastia.

El origen y evolución del caso del eurodiputado verde Daniel Cohn-Bendit, icono de mayo del 68, se explica detallamente en el artículo Abusos a menores: el mea culpa de la izquierda (francesa).

En este sentido, en el número 276 del semanario ALBA, desde el 7 de mayo en los quioscos, Ignacio Peyró desmonta de cuajo la credibilidad de unas críticas hechas al secretario de Estado de la Santa Sede, Tarcisio Bertone, por quienes tiempo atrás relacionaron pederastia con liberación. Desde el defensor pederasta Gide, hasta el erotómano Roger Peyrefitte, pasando por progresistas como Jaime Gil de Biedma, Eduardo Haro Ibars o Luis Antonio de Villena. Pericay también rescata el caso Cohn, quien proclamó abiertamente sus experiencias con niñas en una guardería. Pero lo más sangrante es que Pedro Almodóvar pasara de presentarnos una relación pederástica estable y feliz en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? a denunciar la pederastia por parte de eclesiásticos en La mala educación. Incluso El libro rojo del cole socialista decía que los pederastas eran "hombres faltos de amor" y no veían más inmoral acostarse con un alumno que darle una bofetada. Y por último, invita a la reflexión tras relacionar la presencia de menores en las carrozas del Orgullo Gay, pese a la imaginería erótica que en ellas se da.

http://www.cope.es/sociedad/12-05-10...astia-168152-1

Abusos a menores: el mea culpa de la izquierda francesa.

Numerosos medios de comunicación están utilizando los casos de abusos sexuales contra menores como un arma contra la Iglesia católica. Es una manipulación de la realidad: la verdad es que esos abusos han formado parte de la cultura “progresista” occidental durante los años setenta y ochenta, bajo el dudoso imperativo de “liberar la sexualidad infantil”. Un caso muy alejado del ámbito católico soliviantó hace pocos años las conciencias: el del eurodiputado “verde” Daniel Cohn-Bendit, icono de Mayo del 68, que reconoció haber abusado de menores. Para quienes hayan olvidado lo que sucedió, vamos a recordarlo

Quien levantó la liebre fue Bettina Röhl, hija de la terrorista alemana Ulrike Meinhof, de la famosa Fracción del Ejército Rojo (la banda Baader-Meinhof). En 2001, Bettina, hija abandonada, pidió en su web explicaciones a los viejos portavoces de la marea sesentayochista: Joschka Fischer y Daniel Cohn-Bendit, entre otros. Y en su sitio de Internet publicaba ciertos extractos de un libro de Cohn-Bendit aparecido en 1975 y que despertaron gran polémica. Así escribía “Dani el Rojo”:

“Muchas veces me ocurrió que algunos chavales abrían mi bragueta y comenzaban a hacerme cosquillas. Yo reaccionaba de manera distinta según las circunstancias, pero su deseo me planteaba un problema. Yo les preguntaba: ¿Por qué no jugáis juntos, entre vosotros? ¿Por qué me habéis elegido a mí y no a los otros chavales? Pero si ellos insistían, yo les acariciaba” (Le Grand Bazar, Belfond 1975).

La prensa europea difundió estos textos y Cohn-Bendit empezó a ser interrogado sobre la pederastia. El eurodiputado se hundió. Reconocía que era “inadmisible” haber escrito aquellas líneas “de una inconsciencia insostenible”. Para justificarse, se remontaba a una época en la que se interrogaba acerca de la sexualidad infantil, bajo el efecto de la lectura de Freud y de Wilhelm Reich. “Sabiendo lo que yo sé hoy de los abusos sexuales –decía ahora-, tengo remordimientos por haber escrito todo eso”.

La cuestión, más allá del caso de Cohn-Bendit, es de dónde proceden posiciones de ese tipo: cómo alguien pudo pensar y sentir así. Y aquí es donde aparecen las verdaderas raíces del problema, porque Cohn-Bendit no era un caso único. Más bien da la impresión de que todo esto es producto directo de su tiempo: en 1968, una generación joven que nunca había sido tan libre ni nunca había estado tan educada, buscó liberarse de convenciones sociales oponiéndose sistemáticamente a todas las ideas recibidas (“está prohibido prohibir”). Como consecuencia de eso surge una ideología de la liberación sexual que, entre otras cosas, introducía la tolerancia hacia la pederastia. Al fin y al cabo, ¿no era una libertad suplementaria que había que conquistar? Había que liberar la sexualidad de los niños. “De lo que no se daban cuenta era de que eso equivalía a entregar a los niños al deseo sexual de los adultos”, comentaba entonces el médico belga Marc Reisinger, célebre por su compromiso contra el maltrato infantil.

¿Exageramos? No. El propio Reisinger aporta los datos. Hagamos memoria. En 1977, medio centenar de intelectuales –entre ellos, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Gilles Deleuze, Philippe Sollers, Bernard Kouchner, etc.- firman un manifiesto en Le Monde para liberar a tres hombres acusados de haber tenido relaciones sexuales sin violencia con menores de quince años. El pensamiento de Mayo del 68 había abierto la puerta. Había servido como cobertura a los “depredadores”.

Jean-Claude Guillebaud, periodista en el Nouvel Observateur, escribía acerca de los años setenta: "Aquellos cretinos llegaban hasta a predicar la permisividad en este terreno sin que eso suscitara protestas. Pienso en aquellos escritores que exaltaban en las columnas de Libération lo que llamaban ‘la aventura pedófila’”.

¿Quiénes era esos cretinos? Tony Duvert, Gabriel Matzneff, etc. En la estela del caso Cohn-Bendit, Alain Robbe-Grillet se permitía bromear sobre el asunto y en unas declaraciones sobre la censura decía: “Se ha acentuado mucho. Sobre todo, en dos puntos: las jovencitas y las cámaras de gas. No se tiene derecho a escribir que las menores son sexualmente atractivas ni que las cámaras de gas no han existido” (Livre-Hebdo, enero 2001).

El diario Libération recordó entonces el periodo en el que cedía amablemente la palabra a un pederasta que describía actos sexuales con una niña de cinco años en un artículo titulado “Mimosos infantiles”. En aquella época, el periódico vestía el texto con este comentario: “Cuando Benoît habla de los niños, sus ojos de pastor griego se preñan de ternura” (Libération, 20.6. 1981). Veinte años después, Libération lo juzgaba así: "Es terrible, ilegible, helador” (23.2.2001).

Marc Reisinger decía esperar que, gracias al caso Cohn-Bendit, el público intelectual comprendiera por fin que la pederastia era un problema social real. Es verdad que en aquel momento, 2001, la pederastia se convirtió en asunto de primera plana en todos los grandes medios franceses. Muchos lo enfocaron de tal manera que Cohn-Bendit parecía la víctima. “Pero al contrario –señalaba Reisinger- hay que subrayar que las verdaderas víctimas son los niños, sobre todo porque las violencias sexuales ejercidas contra ellos no fueron consideradas un problema social en los años 1970-1980”. Por eso –decía el médico belga- había que agradecer a la hija de Ulrike Meinhof que exigiera responsabilidades a la generación de sus padres.

Hoy, ocho años después del caso Cohn-Bendit, tenemos todos los días denuncias sobre abusos sexuales a menores. Sin embargo, en la mayoría de los casos los medios de comunicación utilizan esas noticias en una dirección única: no para defender a los menores, sino para atacar a la Iglesia. Lo cual no deja de ser notable cuando se constata, como en el caso de Irlanda, que el papel de determinados sacerdotes es sólo una parte, y no la más numerosa, de la realidad.

Del mismo modo, apenas nadie recuerda algo verdaderamente llamativo. En España, gracias a la modificación del Código Penal que el Parlamento aprobó por unanimidad en 1995, las personas mayores de 13 años pueden tener relaciones sexuales consentidas. El llamado “Código Belloc” otorga el marco legal a una persona de cualquier edad para mantener relaciones con un menor de 13 años y tener la libertad de emparejarse.

Hay demasiada hipocresía en torno a todo este asunto. Conviene recordar la frase de Reisinger: bajo el pretexto de liberar la sexualidad infantil, se ha entregado a los niños al deseo sexual de los adultos.

La clave.- La posición de la Iglesia ha sido inequívoca: condena. La de la izquierda, no.

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