23/6/15

DECLARACIÓN DE LA C.E.A. POR EL PROTOCOLO DEL ABORTO


LA VIDA, PRIMER DERECHO HUMANO

Hace unos días el Ministerio de Salud de la Nación ha promulgado un “Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo”, actualización de la “Guía técnica para la atención integral de los abortos no punibles” editada en el año 2010 por el mismo Ministerio.

1. Con sorpresa constatamos que, en lugar de procurar caminos de encuentro para salvar la vida de la madre y su hijo, y de buscar opciones verdaderamente terapéuticas y alternativas, las autoridades obligan a impulsar el aborto. El nuevo texto incluye un cambio sustancial respecto al documento anterior al eliminar el concepto de “abortos no punibles”, sustituyéndolo por “derecho a la interrupción legal del embarazo (ILE)”. Esta terminología evade la realidad jurídica de que no existe en nuestro país un “aborto legal” ni un “derecho al aborto”. 

2. Entre otros cambios en el actual Protocolo se encuentra la ampliación, de hecho, de la causal derivada del peligro para la vida y la salud de la madre. No hace referencia a que ese peligro varía en gravedad si puede o no ser evitado por otros medios y amplía, además, las posibilidades de afectación a la salud incluyendo “el dolor psicológico y el sufrimiento mental asociado con la pérdida de la integridad personal y la autoestima”. 

3. Es muy llamativo que se limite un derecho humano fundamental: la objeción de conciencia. Se excluye la objeción de conciencia institucional, siendo que la Ley 25673, creadora del Programa de salud sexual y procreación responsable (ámbito desde el cual se emite este Protocolo), la admite expresamente en su artículo 10. En cuanto a la objeción de conciencia individual, el Protocolo la niega en la práctica cuando obliga a los médicos objetores a practicar un aborto cuando no esté disponible ningún otro profesional dispuesto a eliminar dicha vida. Asimismo, al presentarse como obligatorio para todo el país, el Protocolo se superpone y conculca las autonomías provinciales en materia de salud. El Protocolo va más allá de la legislación vigente y con vicios de inconstitucionalidad. 

4. Al no favorecer la denuncia cuando el aborto es producto de una violación, la mira del Protocolo parece estar puesto en la eliminación de la persona por nacer, ignorando la responsabilidad del violador y favoreciendo el encubrimiento de un delito gravísimo. 

Recordamos la sabia advertencia ética de San Juan Pablo II cuando expresó que "en el caso de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella". (Evangelium Vitae, 73). 

El Papa Francisco acaba de hablarnos en su Encíclica Laudato Si’ , sobre la ecología integral y humana:“dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades”. Y, citando a Benedicto XVI, Francisco nos recuerda que: “Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social” (Laudato Si’, 120).

En una época que se trata de respetar y cuidar la naturaleza y la vida en todas sus dimensiones, llama la atención que desde el mismo Gobierno se desproteja de este modo la vida humana más vulnerable y que se conculquen deliberadamente derechos humanos básicos.

Pidamos a María de Luján que nos enseñe como Nación a cuidar y respetar siempre toda vida humana. 

Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina
23 de junio de 2015

5/6/15

NI UNA MENOS: SOBRE LA MARCHA DEL 3 DE JUNIO


Francamente, algo olía no del todo bien, ya desde un principio, en la convocatoria para marchar contra la llamada “violencia de género”. Ante todo, estaba el hecho de que en la organización de la misma tuvieran parte destacada los grupos que acostumbran militar bajo la divisa “aborto legal, seguro y gratuito”. Claro, en el fondo se trata del mismo y único “paquete” del feminismo radical, en cuyo interior se encuentran reivindicaciones de todo tipo, algunas de ellas legítimas (como la de bregar por el respeto a la mujer), pero cuya clave de interpretación está dada por aquella mentalidad que lo persigue en definitiva es la plena liberación y autonomía del sexo femenino, en el sentido de una rebelión contra todo lo que pueda significar un límite a su libertad de decidir, orden natural inclusive.

La sospecha inicial comenzó pronto a confirmarse. En efecto, y en la medida en que se indagara un poco en el contenido integral de la manifestación, se veía que, como lo señalaba uno de los tantos panfletos distribuidos con ocasión de la convocatoria, “si bien la concentración es para manifestar la lucha contra la violencia de género en general, habrá exigencias concretas que serán leídas frente al Congreso”. Una de ellas, en particular, era la consabida de la legalización del aborto, como se pudo verificar finalmente, ya no solo en la etapa de difusión de la marcha (hay imágenes de sobra en la web, de afiches, volantes y demás), sino en su misma realización, abundante en muestras de violencia y odio hacia la Iglesia, sin perjuicio de que no haya sido esa la actitud de muchos de los que adhirieron al evento. Una vez más, pintadas en los templos en distintos lugares del país (como en los célebres encuentros de mujeres autoconvocadas), junto al explícito reclamo de los (y las) pro-abortistas, pusieron de manifiesto el verdadero espíritu de la multitudinaria reunión, a la que no faltó el ingenuo apoyo de muchos católicos no muy despiertos.

De más está decir que nadie más que nosotros repudia la “violencia de género”, que en buen castellano no designa más que la bajeza del hombre que se atreve a poner su mano encima de una mujer. Bueno sería precisar, sin embargo, los diversos factores que contribuyen a hacer de este fenómeno social una amenaza creciente, y entre los que se cuenta (es menester reconocerlo) el desorden intrínseco fomentado bajo los eufemismos de “libertad de expresión” y “libertad sexual y reproductiva”, que no han hecho en realidad más que promover la banalización del sexo, la degradación de la mujer y la destrucción de la familia, por mencionar solamente los estragos principales.

La tristeza que genera el aumento de la violencia familiar y doméstica, ya de por sí considerable, se acrecienta al constatar la sistemática ceguera que a nivel social afecta a nuestro país en orden a percibir con lucidez tanto las causas como los potenciales remedios de la crisis. En este sentido, la creencia de que una política de aborto libre y “salud reproductiva” garantizada constituyen el medio seguro para salir a flote, no merece el menor análisis, pues ignora el mismo desorden que estas prácticas comportan, al considerarlas una solución, cuando no son más que un remedio peor que la misma enfermedad.

En este contexto, son muy valorables las múltiples manifestaciones que proliferaron sobre todo a través de las redes sociales, poniendo de relieve la visión cristiana del hombre en el análisis de la problemática de marras. Junto a la oración por la patria, son verdadero testimonio apostólico que el cristiano debe ofrecer en el momento presente.