24/9/14

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED


El día 24 de septiembre la Iglesia celebra a la Santísima Virgen María, Madre de Dios, en una de sus tantas advocaciones, a saber, Nuestra Señora de la Merced, particularmente significativa en los países de tradición hispánica como el nuestro, en el que esta celebración reviste un carácter más especial aún, si cabe.

El origen de la advocación como tal se halla en la península ibérica del s. XIII, época en que los moros dominaban la región, reduciendo a numerosos cristianos a la esclavitud. Fue un laico, San Pedro Nolasco (1182-1256), quien emprendió la iniciativa de liberarlos, pagando el rescate de muchos de ellos de su propio bolsillo. Más tarde, y después de tener una visión de la Virgen María en la que lo orientaba en ese sentido, el mismo Pedro tomó la decisión de fundar, en 1218, la célebre Orden de los Mercedarios, cuya misión sería precisamente la de la redención de los cautivos cristianos. Conforme a lo relatado por las crónicas, los Mercedarios alcanzaron a redimir unos 80.000 esclavos, entregando muchos de ellos su vida en cumplimiento de esta noble misión.

La reconquista de la península ibérica, como es sabido, concluyó el año 1491, uno antes del descubrimiento de América. De este modo, entre la vasta y gloriosa herencia que de la Madre Patria hemos recibido, ha de contarse la devoción a Nuestra Señora de la Merced, que pronto se propagó por todo el continente, contando en la actualidad esta advocación con un buen número de patronazgos por todo Latinoamérica. En nuestro país, sin ir más lejos, posee más de uno, siendo el más destacado, al menos desde el punto de vista histórico, el que ejerce sobre el Ejército argentino. Vayamos al trasfondo histórico, pues, de este patronazgo.

En el contexto de las luchas por la independencia de nuestro país, debemos situarnos en una de aquellas batallas, a saber, la Batalla de Tucumán, librada el 24 de septiembre de 1812. En la antesala del combate, según se nos cuenta, fue el general Manuel Belgrano por la mañana a orar largo rato ante el altar de la Virgen, poniendo en Dios y en su bendita Madre toda su confianza, la cual no se vería defraudada, pues la victoria fue el resultado de la contienda. Así lo anunciaba el ilustre general con posterioridad al combate: “La patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos”.

El gesto que se ubica a continuación es quizá más elocuente aún que esta declaración, y en este sentido es comprensible que haya pasado a la historia. En efecto, no contento con el reconocimiento meramente verbal de la intercesión mariana, Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando, en clara alusión a su maternal cuidado, proclamándola a la vez, no ya patrona, sino Generala del Ejército argentino. Desde entonces, fue moneda corriente antes de cada batalla encomendarle su suerte a la Madre de Dios, que supo responder generosamente a la confianza de nuestros soldados.

Al cumplirse el centenario de la batalla, en 1912, la imagen de Nuestra Señora de la Merced que se venera en la ciudad de San Miguel de Tucumán, fue coronada solemnemente en nombre del papa San Pío X.

El recuerdo de episodios como este, que jalonan la historia de nuestro país, produce en nosotros, inevitablemente, un dejo de tristeza y nostalgia, que se remonta a tiempos en que la devoción católica no era solamente una cuestión “de sacristía”, sino que impregnaba además el desarrollo de los acontecimientos históricos, muchos de ellos fundacionales de la patria, como en este caso. Con todo, la abismal distancia que separa nuestra realidad histórica de la de dos siglos atrás, debe impulsarnos, por encima de todo lamento, tanto a la imitación de estos ejemplos cuanto a la oración de intercesión por nuestra querida patria herida.

23/9/14

EL HISTÓRICO DISCURSO DE GADAFI EN LA ONU


Hoy se cumple cinco años de aquel miércoles 23 de septiembre de 2009, día que Muamar Gadafi visitó por primera vez la ONU y pronunció un discurso durante la celebración de la 64ª Asamblea General de Naciones Unidas. 

En este, su último mensaje, Gadafi se centró su discurso en denunciar las constantes Violaciones y Propósito de ser de la ONU por parte de las Potencias "Occidentales".

Para muchos fue su sentencia de muerte ... 


Distinguidos miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En nombre de la Unión Africana, quisiera saludar a los miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y espero que esta reunión sea una de las más históricas en la historia del mundo.

En nombre de la Asamblea General en su sexagésimo cuarto período de sesiones, presidida por Libia, de la Unión Africana, de mil reinos africanos tradicionales y en el mío propio, aprovecho esta oportunidad, en mi calidad de Presidente de la Unión Africana, para felicitar a nuestro hijo Obama porque asiste a la Asamblea General, y le damos la bienvenida por ser su país anfitrión de esta reunión.

Este período de sesiones tiene lugar en medio de muchos retos que encaramos, y el mundo entero debe unirse y mancomunar sus esfuerzos para superar los desafíos que son nuestro principal enemigo común, a saber, el cambio climático y las crisis internacionales, tales como el deterioro económico del capitalismo, las crisis alimentaria y del agua, la desertificación, el terrorismo, la inmigración, la piratería, las epidemias naturales y las causadas por el hombre y la proliferación nuclear. Tal vez la gripe H1N1 fue un virus creado en un laboratorio que quedó fuera de control, y que originalmente se había concebido como un arma militar. Entre esos retos también cabe citar la hipocresía, la pobreza, el miedo, el materialismo y la inmoralidad.

Como se sabe, las Naciones Unidas fueron fundadas por tres o cuatro países que a la sazón estaban en contra de Alemania. Las Naciones Unidas fueron creadas por naciones que se unieron contra Alemania en la segunda guerra mundial. Esos países constituyeron un órgano denominado el Consejo de Seguridad, que convirtió a esos países en miembros permanentes y les otorgó el derecho de veto. Nosotros no estábamos presentes en ese momento. Las Naciones Unidas se configuraron de acuerdo con esos tres países, que tenían la intención de que nos sumáramos a los planes originalmente concebidos contra Alemania. Esa es la esencia real de las Naciones Unidas, cuando se fundaron hace más de 60 años.

Eso sucedió en ausencia de unos 165 países, a razón de uno a ocho, es decir, uno estaba presente y ocho estaban ausentes. Esos países redactaron la Carta, de la cual tengo una copia. Al leer la Carta de las Naciones Unidas, se puede constatar que el Preámbulo de la Carta difiere de sus Artículos. ¿Cómo surgió la Carta? Todos los que asistieron a la Conferencia de San Francisco en 1945 participaron en la redacción del Preámbulo, pero dejaron los Artículos y el reglamento interno del llamado Consejo de Seguridad en manos de los expertos, los especialistas y los países interesados, países que habían establecido el Consejo de Seguridad y se habían unido en contra de Alemania.

El Preámbulo es muy atractivo, y nadie lo objeta, pero todas las disposiciones que aparecen después lo contradicen completamente. Rechazamos esas disposiciones y nunca las respaldaremos; se volvieron obsoletas con la segunda guerra mundial. En el Preámbulo se afirma que todas las naciones, pequeñas o grandes, son iguales. ¿Somos iguales en lo que respecta a los puestos permanentes? No, no lo somos. En el Preámbulo se afirma por escrito que todas las naciones son iguales, ya sean pequeñas o grandes. ¿Tenemos nosotros el derecho de veto? ¿Somos iguales? En el Preámbulo se dice que tenemos igualdad de derechos, ya sean nuestros países grandes o pequeños. Eso es lo que se declara y lo que acordamos en el Preámbulo. Por tanto, el veto contradice la Carta. No aceptamos ni reconocemos el veto. 

En el Preámbulo de la Carta se afirma que no se deberá recurrir a la fuerza armada, salvo en interés común. Ese es el Preámbulo que acordamos y firmamos, y nos sumamos a las Naciones Unidas porque queríamos que la Carta reflejara eso. Se indica que solo se recurrirá a la fuerza armada en interés común de todas las naciones, pero ¿qué ha sucedido desde entonces? Han estallado 65 guerras desde la creación de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad, 65 desde su creación, con millones de víctimas más que en la segunda guerra mundial. ¿Acaso esas guerras, así como la agresión y la fuerza que se utilizaron en esas 65 guerras, responden al interés común de todos nosotros? No; esas guerras se llevaron a cabo en aras de los intereses de uno, tres o cuatro países, pero no de todas las naciones. 

Hablaremos acerca de si esas guerras respondían al interés de un solo país o de todas las naciones. Eso contradice de manera flagrante la Carta de las Naciones Unidas que firmamos, y, a menos que actuemos de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas que acordamos, lo rechazaremos y no temeremos hablar con nadie en términos que no sean diplomáticos. Ahora hablamos del futuro de las Naciones Unidas. No debe haber hipocresía ni diplomacia porque se trata de la cuestión importante y vital del futuro del mundo. La hipocresía dio lugar a las 65 guerras que han estallado desde la creación de las Naciones Unidas.

18/9/14

OTRO ESCÁNDALO EN LA IGLESIA ARGENTINA


Un suceso que durante los últimos días ha alborotado lamentablemente el ambiente eclesial argentino, merece aunque más no sean unas breves líneas de nuestra parte. Pues aunque los medios católicos, no solo de nuestro país, sino incluso internacionales, se hayan hecho eco del triste suceso, quizá sea conveniente multiplicar los clamores en ausencia de reacciones más autorizadas que hubiesen sido de esperar. Nos referimos a lo acaecido la noche del sábado pasado en la ciudad de Santiago del Estero, cuando el P. Sergio Lamberti, de la parroquia del Espíritu Santo, protagonizó una escandalosa farsa junto a una pareja formada por un hombre y un transexual. Se aseguró que no se trataba de un matrimonio, sino de una “celebración del amor de Dios entre los hermanos”, como si la abyecta inmoralidad del acto no suscitara más reparo que el reconocimiento de un impedimento matrimonial cualquiera. Desde luego que, aunque aquel hubiera sido el designio (no se sabe cuál fue, por otra parte), la invalidez más absoluta afectaría al acto en cuestión; pero no es ese el problema aquí, sino el del valor del gesto, que constituye una nueva negación práctica de una clara enseñanza de la Iglesia y del Evangelio, con todo lo que ello tiene de capitulación ante la perversa ideología de moda, para confusión y escándalo de todos los fieles católicos.


Ya hace tiempo que sobra precisar que aquí no cuentan las personas individuales, con sus conflictos, trastornos y situaciones particulares, ciertamente dignas de compasión, aunque no por ello menos reprochables moralmente. El transexualismo, en efecto, así como la homosexualidad en cuanto conducta deliberada, suponen actos intrínsecamente contrarios a la ley moral natural, que de ninguna manera pueden justificarse, y tienen (con toda probabilidad) su origen en un trastorno psíquico, sea lo que fuere de la decisión político-ideológica de la OMS de “actualizar” su lista de enfermedades. Justamente decisiones como estas a nivel internacional ponen de manifiesto que de lo que se trata aquí es de imponer un nuevo paradigma de hombre, cuando parece que lo que se busca es velar “humanitariamente” por la situación de una minoría. Poco importan los individuos, reducidos así a meros instrumentos al servicio de la creación de un nuevo orden mundial. Parece más que una simple casualidad, en este sentido, que Luisa Lucía Paz, quien ofició de “novia” en la celebración de marras, fuera una de las personas a las que la presidenta Fernández de Kirchner entregó su nuevo DNI, haciendo constar su cambio de sexo, cuando la sanción de la ley de identidad de género, en el 2012.

Sin embargo, lo más grave de todo esto es, insistimos, la colaboración de la Iglesia en la construcción del aparato de la revolución, expresa en algunos, tácita en otros, sobre todo por el silencio y la omisión. Concretamente, nos referimos a la débil reacción del obispado de Santiago del Estero, que se limita a confirmar la doctrina católica sobre el matrimonio, sin emitir reprobación ni condenación alguna hacia el gesto del sacerdote en cuestión. Nuestro pobre amor a Cristo y a la Iglesia ha querido esbozar una tibia respuesta ante esta confusión, por lo cual invitamos a suscribir a una carta al Obispo diocesano, al presidente de la CEA y al Nuncio Apostólico; puede hacerlo presionando (AQUÍ).

8/9/14

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


Entre los días 8 y 12 de septiembre de cada año, fiesta litúrgica del nacimiento de María Santísima y memoria de su Dulcísimo Nombre respectivamente, se abre en la Iglesia un espacio de reflexión teológica que gira toda ella en torno al despuntar de la salvación, a partir de la elección y preparación inmediata de la elegida para ser nada menos que la Madre de Dios. A propósito, la obvia referencia que entraña el acontecimiento que hoy se celebra al misterio de la Inmaculada Concepción, acaecida nueve meses antes, no debe hacernos perder de vista los matices peculiares de la presente celebración. Pues si la gran solemnidad que interrumpe la austeridad propia del ciclo del Adviento cada 8 de diciembre se centra en la contemplación de la admirable prerrogativa de que se vio adornada desde el primer instante de su existencia la persona de María Santísima (aunque siempre en el contexto de su significado salvífico), la más modesta festividad que hoy nos alegra subraya la inminencia de nuestra salvación, como lo señala San Andrés de Creta en uno de sus sermones, que se lee en la Liturgia de las Horas el día de la fecha: “Convenía que [la] fulgurante y sorprendente venida de Dios a los hombres fuera precedida de algún hecho que nos preparara a re­cibir con gozo el gran don de la salvación. Y éste es el significado de la fiesta que hoy celebramos, ya que el nacimiento de la Madre de Dios es el exordio de todo este cúmulo de bienes, exordio que hallará su término y complemento en la unión del Verbo con la carne que le estaba destinada. El día de hoy nació la Virgen; es luego amamantada y se va desarrollando; y es preparada para ser la Madre de Dios, rey de todos los siglos”.


La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María data del siglo VI, aunque se introdujo primeramente en Oriente; recién más tarde sucedió ello en Occidente, hacia el siglo VII. Con el correr de los siglos, la iconografía fue subrayando progresivamente el costado tierno que ofrece a la devoción de los creyentes el misterio del nacimiento de la Virgen, apareciendo, por ejemplo, la devoción de la “Virgen niña”. Los textos de la liturgia de la Misa, sin embargo, nos descubren una perspectiva bastante más honda, situando el acontecimiento en el contexto grandioso del plan salvífico de Dios, tal como lo hace el obispo San Andrés en el texto citado. En efecto, tenemos, por un lado, la genealogía de Cristo que abre el evangelio de San Mateo, la cual, si bien se refiere directamente a “José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado <<Cristo>>” (1, 16), nos brinda no obstante una admirable visión panorámica del designio de Dios realizado en la historia, a través de las generaciones; por otro, el texto del Apóstol que se lee en la segunda lectura (de carácter optativo), al cual vamos a dedicar unas líneas en particular.

El fragmento está tomado de la carta a los Romanos, y dice así: “A los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó” (8, 29-30). 

Referidas de suyo al gran misterio de la predestinación divina, estas líneas adquieren, aplicadas al nacimiento de la Virgen, una significación del todo singular, precisamente por el hecho de que estamos ante una de las manifestaciones más señaladas del mismo. La Señora es, en efecto, la predestinada por excelencia junto a su Divino Hijo: elegida desde toda la eternidad por un inescrutable designio divino, adornada con toda suerte de prerrogativas en orden al cumplimiento de una misión única, su aparición en la historia está lejos de constituir un hecho meramente anecdótico; el profundo silencio que se cierne sobre los primeros años de su vida no debe sino confirmarnos en la persuasión de que lo verdaderamente grande sucede con frecuencia a espaldas de los hombres, como nos lo recordaría otro Nacimiento acaecido pocos años después….

Como complemento natural de la celebración de hoy, el viernes 12 tendremos ocasión, Dios mediante, de conmemorar el Santísimo Nombre de María, nombre dulcísimo que desde el comienzo estuvo en el corazón y en la boca de todo verdadero cristiano. A este nombre, poderoso ante Dios y ante los hombres, también nosotros nos encomendamos.

2/9/14

SOBRE EL CANTO GREGORIANO


La liturgia de la semana corriente, que transcurre casi en su totalidad de feria en feria, nos presenta la extraordinaria figura de uno de los pontífices romanos más destacados de la historia de la Iglesia, a saber, San Gregorio Magno, cuya conmemoración se celebra el próximo miércoles 3 de septiembre. Hombre de genio práctico extraordinario a la vez que un verdadero místico, heredero y representante egregio de la tradición romana, nació el año 540 en el seno de una rica familia patricia de la urbe, la gens Anicia, dedicándose de joven a la política, hasta alcanzar el puesto de prefecto de Roma (prefectus urbis), máxima dignidad civil a que se podía aspirar en aquel entonces. Poco más tarde, sin embargo, inquieto acerca de la difícil compatibilidad entre su cargo público y su vida religiosa, decidió renunciar al mismo y hacerse monje, el año 575, convirtiéndose desde entonces en ardiente y celoso propagador de la regla benedictina. Quince años más tarde, en el 590, fue elegido por el clero y el pueblo romano para suceder en el trono pontificio al papa Pelagio II, muerto ese mismo años. Fue a partir de entonces que se revelaron con toda claridad sus grandes dotes de gobierno, las cuales, asumidas por su santidad de vida, hacen de él uno de los pastores más insignes de la historia de la Iglesia. En efecto, las múltiples dificultades que supo afrontar exitosamente durante su pontificado, sobre todo las relativas a la gran crisis política que a la sazón se vivía en Occidente, además de su preocupación por la extensión de la fe (fue él quien envió el plantel de monjes misioneros a las Islas Británicas en el 597) y toda suerte de asuntos eclesiales, dan testimonio de un espíritu verdaderamente superior, que no obstante inauguró una costumbre pontificia ya milenaria, llamándose a sí mismo “siervo de los siervos de Dios” (servus servorum Dei). 

No deja de resultar curioso que, siendo tales y tantos los méritos de este glorioso papa, su nombre se halle asimilado al género musical eclesiástico por excelencia, que precisamente en su honor es conocido como “canto gregoriano”. Ello no significa, desde luego, que el mismo pontífice halla compuesto personalmente, ni siquiera en parte, el vasto y variado repertorio que conforma en la actualidad el patrimonio del canto gregoriano, también llamado “canto llano”, si bien la identidad entre ambos términos no es plena. El gregoriano, en efecto, es la forma específica que el canto llano adquiere en el rito romano, caracterizado por el estilo monódico (todas las voces cantan la misma melodía) y la interpretación, al menos originalmente, a capella, vale decir, sin el acompañamiento de instrumentos musicales. 

Ahora bien, ¿qué es, entonces, lo que debe al papa San Gregorio la música eclesiástica? Pues ni más ni menos que su codificación. Gregorio, en efecto, también manifestó su genio práctico a este respecto, ordenando la recopilación de los escritos de los himnos o cánticos cristianos primitivos utilizados en la liturgia, si bien hoy en día esta versión histórica ha dado lugar a otra que sostiene que el gregoriano no es más que una síntesis procedente de la confrontación del canto romano con el canto galicano, que se impuso definitivamente en Occidente cuando la unificación política y litúrgica de la época carolingia. Sea lo que fuere de ello, el canto gregoriano siempre continuará evocando con su solo nombre la figura de San Gregorio, como ha sucedido desde el siglo XI.

El eclipse que sufre hoy el gregoriano en la liturgia no es el primero en la historia, ya que, como es sabido, fue mérito de otro gran papa, San Pío X, promover la restauración del mismo (a través del motu proprio Tra le sollicitudine, del 22-IX-1903), tarea en la que contó con el auxilio de la ímproba labor de los monjes de la abadía de Solesmes, iniciándose así un feliz período de esplendor del gregoriano, después de un letargo de varios siglos. Este esplendor, con todo, no fue lo bastante prolongado, dado que a partir del Vaticano II la tendencia desacralizadora que ha azolado la vida litúrgica de la Iglesia hizo del canto gregoriano uno de sus blancos predilectos de destrucción, pese a la expresa indicación del Concilio en sentido contrario. “La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana”, dice, en efecto, la constitución Sacrosanctum Concilium; “en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas” (n. 116). Estas y otras intervenciones magisteriales, sin embargo, apenas si han sido oídas, como consecuencia de lo cual el gregoriano, caído en un desuso generalizado, se mantiene vigente solo en ámbitos muy reducidos del cuerpo eclesial.

A modo de conclusión, transcribimos el denso parágrafo con el que el papa San Pío X abriera la instrucción acerca de la música sagrada contenida en el motu proprio antes citado, y que constituye una perfecta y sintética exposición de principios en la materia: 

“Como parte integrante de la liturgia solemne la música sagrada tiende a su mismo fin, el cual consiste en la gloria de Dios y la santificación y edificación de los fieles. La música contribuye a aumentar el decoro y esplendor de las solemnidades religiosas, y así como su oficio principal consiste en revestir de adecuadas melodías el texto litúrgico que se propone a la consideración de los fieles, de igual manera su propio fin consiste en añadir más eficacia al texto mismo, para que por tal medio se excite más la devoción de los fieles y se preparen mejor a recibir los frutos de la gracia, propios de la celebración de los sagrados misterios” (n. 1).

2009 - 2 de Septiembre - 2014