31/3/14

EL CREDO COMENTADO POR SANTO TOMÁS DE AQUINO - PRÓLOGO


1. Lo primero que es necesario al cristiano es la fe, sin la cual nadie merece ser llamado cristiano fiel. Pues bien, la fe aporta CUATRO BIENES.

El PRIMERO es que por la fe el alma se une a Dios. En efecto, por la fe el alma cristiana contrae una especie de matrimonio con Dios, conforme a estas palabras del Señor a Israel: te desposaré conmigo en la fe (Os. 2, 20). Y por eso cuando el hombre es bautizado, primero confiesa su fe, al responder a la pregunta: "¿Crees en Dios?", porque el bautismo es el primer sacramento de la fe. Lo dice el mismo Señor: El que creyere y fuera bautizado, se salvará ( Mc. 16, 16). Porque sin la fe el bautismo es inútil. Más aún, hay que saber que sin la fe nadie es aceptado a Dios, como lo enseña San Pablo: Sin fe es imposible agradar a Dios (Hebr. 11, 6). Por esta razón San Agustín, comentando aquel texto de Romanos 14, 23: Todo lo que no procede de la fe es pecado, escribe: "Donde falte el conocimiento de la eterna e inmutable verdad falsa es la virtud aún con las mejores costumbres".

30/3/14

1793 - 30 DE MARZO - 2014


En su natalicio, rendimos homenaje al Restaurador, Don Juan Manuel de Rosas, El Grande, haciendo nuestras las palabras de Manuel Gálvez...

Don Juan Manuel de Rosas “vive en el alma del pueblo, al que apasiona su alma gaucha, su obra por los pobres, su defensa de nuestra independencia, la honradez ejemplar de su gobierno y el saber que es, sin disputa, la más fuerte expresión de la ARGENTINIDAD. (…) Estudiemos su obra, juzguémosla sin prejuicios y amémosla. Y que el nombre del Gran Americano, como se lo llamó otrora, sea nuestra bandera y nuestro lema”.

¡Viva Don Juan Manuel!

¡Viva la Gran Argentina Hispanocatólica!

29/3/14

ANTE LAS OPERACIONES DE DESINFORMACIÓN ... ¡SE NECESITA FORMACIÓN!


En otra entrada de nuestro blog (VER) nos hemos referido al empeño de los agentes del Nuevo Orden Mundial por tergiversar las distintas declaraciones del Papa Francisco. Ello, que lo llevan a cabo a través de los manipuladores de los medios masivos de comunicación, de las redes sociales y de internet, tiene como objetivo la adulteración de nuestra Fe; único escollo para sus macabros planes.

Pero ahora no sólo tergiversan sino que directamente inventan declaraciones que S.S. Francisco nunca ha pronunciado. En efecto, en diciembre del año pasado, el Vaticano, a través del Director de la Sala de Prensa, Padre Federico Lombardi, tuvo que aclarar que Francisco no había abolido el pecado (VER); y a principios de este año nuevamente debieron desmentir las frases de neto contenido herético atribuidas al Papa que circulan por internet (VER).

Pero desgraciadamente estos operadores de la desinformación tienen un aliado, el cual no es otro que la pésima instrucción doctrinal que tiene el católico medio. De otra manera no se explican tales burdas operaciones mediáticas. De seguir así, no nos debe extrañar que un día nos despertemos y veamos en el cartel rojo de Crónica "FRANCISCO CAMBIA EL CREDO" y acto seguido escuchar al locutor recitar el credo del incrédulo ... Sí, aquella irónica genialidad de Castellani que decía:

"Creo en la Nada Todoproductora d'onde salió el Cielo y la Tierra.
Y en el Homo Sápiens su único Hijo Rey y Señor,
Que fue concebido por Evolución de la Mónera y el Mono.
Nació de Santa Materia
Bregó bajo el negror de la Edad Media.Fue inquisionado, muerto achicharrado
Cayó en la Miseria,
Inventó la Ciencia
Ha llegado a la era de la Democracia y la Inteligencia.
Y desde allí va a instalar en el mundo el Paraíso Terrestre.
Creo en el libre pensante
La Civilización de la Máquina
La Confraternidad Humana
La Inexistencia del pecado,
El Progreso inevitable
La Rehabilitación de la Carne
Y la Vida Confortable. Amén
".


... Y lo peor de todo que muchísimos católicos lo creerían.

Por todo ello, desde la Acción Nacional Católica (ANC) consideramos de suma importancia que todo católico conozca las verdades que debe creer. Y en esa int
eligencia estamos convencidos que mediante la difusión y el estudio del "Credo comentado por Santo Tomás de Aquino" podremos contrarrestar tal manipulación; ya que, como lo explica el Padre Alfredo Sáenz S.J. en su estudio preliminar a esta obra, "contiene lo medular de la fe católica en un lenguaje asequible", por lo cual "no requiere previamente del lector un amplio conocimiento de la religión".

En consecuencia, a partir de este lunes 31 de marzo publicaremos semanalmente trece entradas, las cuales constarán del prólogo del Doctor Angélico al Credo y los doce artículos de Fe con sus comentarios.

Para finalizar, hacemos nuestras las palabras del Fr. Aníbal E. Fosbery O.P. en ocasión del prologar el Catecismo Tomista editado por Gladius y Vórtice, "... En estos tiempos en que pululan, detrás de falsos ecumenismos y desvirtuados pluralismos, una relativización de las afirmaciones dogmáticas, estos escritos del Santo Doctor nos pueden ayudar a afirmar la verdad revelada, defender los principios de la Fe y a refutar a los detractores de siempre ...".

25/3/14

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN Y DÍA DEL NIÑO POR NACER


Nueve meses exactos antes de la celebración de la Navidad, la Iglesia dedica en su calendario el día 25 de marzo a la contemplación del misterio de la Encarnación del Señor. En efecto, Aquel que nacerá más tarde en el pobre portal de Belén, este día comienza a formarse en el seno materno y virginal de la que con razón será llamada Madre de Dios, pues es Dios mismo, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, vale decir, el Hijo, quien asume en sus purísimas entrañas la humana naturaleza que, desde el momento del anuncio del ángel, queda así unida hipostáticamente (en la misma y única Persona o Hipóstasis) al Verbo de Dios. De este modo, nos es dado en medio de la Cuaresma vivir algo de la alegría propia del tiempo navideño, al celebrar en un mismo día la gloria y la humildad del Hijo y de la Madre. 

Por otra parte, la realidad del misterio que se celebra connota una referencia a esa fase del desarrollo de toda vida individual, cual es la que se lleva a cabo dentro del claustro materno; motivo por el cual en muchos países, incluso a través de la sanción de leyes civiles, se ha establecido el día de la fecha como “Día del Niño por nacer”, respondiendo de esta forma a la amenaza del aborto, que se cierne de un modo especial en la actualidad sobre los nascituri. El beato papa Juan Pablo II, quien firmó precisamente en un día como hoy del año 1995 su encíclica sobre la defensa de la vida, Evangelium vitae, señala esta conexión misteriosa cuando dice que “la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace” (Evangelium vitae, n. 1). 

A este respecto, es interesante considerar el inicio de la vida humana a la luz de las verdades de la fe, ya que, si bien es cierto que ya desde un punto de vista meramente natural la vida humana está dotada de un valor y dignidad únicos en el universo creado, esta grandeza se ve realzada si se la refiere al misterio de la redención. Es así que dice el beato Papa: “Es precisamente en esa « vida [sobrenatural] » donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre (…) Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad.” (Ibid., nn.1-2) 

A partir de los supuestos precedentes, se puede percibir con más claridad el verdadero horror entrañado en la práctica del aborto, a la que el Concilio Vaticano II, en sintonía con toda la Tradición del Iglesia, había calificado de “crimen abominable” (Gaudium et spes, n. 51). Juan Pablo II, por su parte, nos ha querido brindar, hacia la mitad del histórico documento, una síntesis precisa de la secular doctrina católica, en términos tan categóricos que reflejen fielmente la inmutabilidad de la verdad sobre el bien moral: “Con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores”, dice el Santo Padre, “en comunión con todos los Obispos (…), declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.” (Evangelium vitae, n. 62) .

Es importante indicar, como lo hace el Papa en el texto citado, que la enseñanza moral de la Iglesia en torno al aborto pertenece de suyo al orden natural, y es asequible, por tanto, a la recta razón de todo hombre de buena voluntad; en este sentido, no constituye propiamente una doctrina “religiosa”. De ahí que sea responsabilidad de todo Estado, confesional o no, el velar por el respeto del derecho fundamental a la vida, y sancionar con severidad la comisión de este crimen. 

A propósito de ello, señala el Papa reiteradamente la paradoja de que asistamos a la proliferación de la prácticas abortistas, amparadas en muchos casos por las legislaciones nacionales, en una época que se destaca precisamente por la presunta promoción de los derechos humanos y la adopción casi invariable de regímenes democráticos de gobierno. La explicación de esta contradicción se halla, sin embargo, en el relativismo moral. En efecto, “no falta quien considera este relativismo como una condición de la democracia, ya que sólo él garantizaría la tolerancia, el respeto recíproco entre las personas y la adhesión a las decisiones de la mayoría, mientras que las normas morales, consideradas objetivas y vinculantes, llevarían al autoritarismo y a la intolerancia” (Ibid., n. 70). El resultado de todo ello no es otro que el de una tiranía ejercida en nombre del pluralismo, una de cuyas manifestaciones es la actual “cultura de la muerte”, cristalizada en verdaderas y auténticas “estructuras de pecado” (cfr. ibid., n. 14), que constituyen una amenaza sistemática para el ejercicio del derecho a la vida (cfr. ibid., n. 17), y que por lo mismo deben ser resistidas por todo fiel católico y por todo hombre de buena voluntad.

“La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (Catecismo de la Iglesia Católica; n° 2270).

18/3/14

ITE AD JOSEPH: SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


En las vísperas de la solemnidad que cada año se le dedica, es preciso detenerse en la consideración de la figura de San José, esposo de la Virgen Madre de Dios, y padre nutricio de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. La sola mención de tales títulos nos puede dar una idea, correcta aunque limitada, de la dignidad tan absolutamente singular que posee este gran santo entre los bienaventurados, y nos hace ver como algo lógico el hecho de que haya sido proclamado Patrono de la Iglesia universal, lo cual sucedió en 1870, por iniciativa del beato papa Pío IX . Además de este patronazgo, sin duda el principal de todos, el patriarca es invocado como patrono de las familias, de los trabajadores (recordemos la institución por Pío XII de la festividad de San José Obrero, que se celebra el 1° de mayo), y de la buena muerte, entre otros, a partir de la piadosa creencia de que su tránsito acaeció en la dulce compañía de Jesús y María, su virginal esposa. De todo esto dan buen testimonio las conocidas letanías que se han compuesto en su honor, además de otras prácticas espirituales que la tradición nos ha legado.

La devoción al buen San José parece haber experimentado cierto decaimiento en el pueblo cristiano de los últimos tiempos; sin embargo, los pontífices contemporáneos han resaltado la importancia de su figura. Así, León XIII escribió, en 1889, una encíclica a él dedicada, la Quamquam pluries, en conmemoración de cuyo centenario el beato Juan Pablo II publicó, en 1989, su exhortación apostólica Redemptoris custos. Pero quizá el gesto más elocuente haya sido el del también beato papa Juan XXIII, cuando el 13 de noviembre de 1962 anunció, en medio del desarrollo de las sesiones conciliares, que la mención específica del nombre de San José quedaría incorporado a partir de ese momento al Canon romano, respondiendo de ese modo a una piadosa solicitud que desde hacía ya mucho tiempo se había elevado a la Santa Sede. Siguiendo esta misma línea, el papa Francisco I ha extendido esa disposición recientemente al resto de las plegarias eucarísticas.

“Ite ad Ioseph” (“Id a José”) (Gn. 41, 55). Esta expresión tomada de la historia bíblica de José, hijo del patriarca Jacob, ha sido acomodada tradicionalmente y aplicada a la figura de este su santo homónimo; más aún, su uso en sentido acomodaticio ha obedecido al propósito de dirigir la atención de los fieles cristianos hacia este gran símbolo de fidelidad a la voluntad divina. Y ello resulta tanto más necesario cuanto que su silencio en la Escritura (no se conserva ni siquiera una frase pronunciada por él) nos podría llamar a engaño en cuanto a su importancia se refiere, de no detenernos en lo que se nos dice acerca suyo. 

“Hombre justo” (cfr. Mt. 1, 18): quizá sea esta la expresión bíblica que mejor refleja el talante de San José, quien con razón es considerado el más grande de todos los santos, después de la Santísima Virgen. El término “justo”, en efecto, designa en el vocabulario del Antiguo Testamento lo mismo que “santo” en el del Nuevo: la actitud fundamental de amor y reverencia humilde del hombre para con Dios, y, como consecuencia, de rectitud y honradez para con el prójimo. Por lo demás, los hechos narrados dentro de los primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas ponen de manifiesto la presencia de un espíritu profundo e inquebrantable, viril y sacrificado, cuyo sólido fundamento se halla en la fe y la confianza en Dios. La teología tradicional siempre ha destacado, además, la castidad de José, émulo de su purísima Esposa en el compromiso de la virginidad, si bien no es de creer que al desposarse con ella fuera casi un anciano. En efecto, fue la fuerza sobreabundante de la gracia, y no la senilidad, quien obró tanto en uno como en otro semejantes prodigios de virtud. Es quizá en virtud de esta íntima a la vez que virginal unión que reinó entre José y María, cuyo centro era Jesús, que muchos sostienen que el santo patriarca se halla actualmente no solo en su alma, sino también con su cuerpo, en la gloria celestial.

En el día de este gran santo, es bueno recordar, como estímulo para la devoción, las conocidas palabras de Santa Teresa de Avila, quien en el siglo XVI dio un impulso fundamental al culto josefino:

“Y tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él. [...] No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra (que como tenía nombre de padre siendo ayo, le podía mandar), así en el cielo hace cuanto le pide. [...] Paréceme, ha algunos años, que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío. [...] Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas, que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó en ello. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino.” (Libro de la Vida, cap. 6, nn. 6-8)

Sancte Ioseph, ora pro nobis!

14/3/14

¡VUELVEN LAS CONFERENCIA DE LA ANC!


La Acción Nacional Católica (ANC) inicia con este evento su “Ciclo 2014” de conferencias.
Si bien la asistencia a las mismas es gratuita, se agradecerá a aquellos participantes que puedan aportar al menos un alimento no perecedero, el cual será destinado a la red de comedores que, con gran esfuerzo, sostenemos. 
¡Seamos solidarios con nuestros compatriotas que más están padeciendo las consecuencias socioeconómicas del actual sistema!

Para ingresar al evento en Facebook (PRESIONE AQUÍ)

13/3/14

A UN AÑO DE LA ELECCIÓN DE FRANCISCO I



El pasado 11 de febrero publicamos en nuestro blog unas líneas de reflexión en torno a la renuncia de Benedicto XVI, de la cual se cumplía un año ese mismo día. Al cumplirse hoy un año de la elección al Sumo Pontificado del Papa Francisco I, no sería justo evitar toda referencia al acontecimiento, en especial tratándose de un hecho acompañado de circunstancias tan especiales, como es la de ser el primer Romano Pontífice no europeo de la historia de la Iglesia, que ocupa la sede de Pedro debido a la renuncia de su antecesor. Durante estos días se han publicado numerosos artículos y comentarios que se proponían realizar un balance de este primer año transcurrido del pontificado de Francisco. Con mayor o menor agudeza, adoptando la postura de la alabanza hiperbólica o de la crítica igualmente excesiva, se han multiplicado las apreciaciones en torno a un ministerio que desde su primeros días presentó ciertamente –porqué no decirlo- características muy peculiares. Entendemos, sin embargo, que tanto dentro como fuera de nuestro país se han levantado numerosas voces que, sin dejarse arrastrar a extremos tales, sino más bien conservando una serena imparcialidad, han advertido con preocupación el contraste entre los elogios inacabables que se tributan al Santo Padre, mientras sigue su avance el proceso de decadencia de la sociedad occidental secularizada. Desde luego, señalan estos pensadores con bastante detalle las falencias que ha mostrado el desempeño Francisco durante este primer año a la cabeza de la Iglesia universal, sin negar todo aquello que hubiera podido resultar positivo. Por nuestra parte, nos interesa simplemente hallar algo de claridad en medio de las reacciones de signo tan diametralmente opuesto antes apuntadas, optando más bien, en la línea de una visión más realista, por una actitud verdaderamente católica, con todo lo que ello significa. 

Es conocida la anécdota referida en la vida de Don Bosco -santo fiel y devoto si los hubo a la figura del Romano Pontífice-, cuando corrigió a los jóvenes de su oratorio que vivaban al beato Pío IX, papa a la sazón: “no gritéis ¡viva Pío IX!”, les dijo, “gritad ¡viva el Papa!”. Particular actualidad cobran estas palabras en nuestros días, en que la papolatría personalista, fenómeno relativamente nuevo aunque no desconocido, ha alcanzado un nivel sin precedentes, asimilable a la adhesión otorgada a un líder político o a una estrella deportiva o del mundo del espectáculo. Afortunadamente, esta actitud se halla más difundida en ámbitos puramente mundanos, como el la prensa laica y otros medios periodísticos, en los que la valoración de la figura del Papa responde a criterios por entero ajenos a la fe, cuando no contrarios; sin embargo, es de lamentar que también entre muchos católicos este furor haga estragos… En efecto, no son pocos los que se han sumado a la ingenua visión triunfalista, sin advertir que, como antes lo señalamos, la revolución anti-cristiana no se detiene en su marcha, mientras los más destacados líderes mundiales rinden falsos homenajes a la figura pontificia. Bueno es, por tanto, mostrarse fiel y sumiso al Vicario de Cristo, pero no debe olvidarse que esa devoción está referida en última instancia al Señor, y que no hay verdadero reinado de Dios entre los hombres si no es por la aceptación de la fe y de la moral enseñadas desde siempre, y hoy tan miserablemente vilipendiadas. 

En este sentido, estas líneas llevan la esperanza de que los católicos, fieles a la vocación recibida en el Bautismo, bajo la guía de Pedro, tiendan eficazmente a instaurar todas las cosas en Cristo, como rezaba precisamente el lema episcopal de un gran Papa, de cuyo tránsito se cumple este año un siglo, a saber, San Pío X. Es bueno traer a colación un glorioso párrafo, muy a propósito para concluir estas líneas, que el mismo Pontífice dedicara a esta cuestión tan apremiante: “No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó… no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos… no, la civilización no está por inventar ni la “ciudad” nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe… es la civilización cristiana, es la “ciudad” católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo”. (Carta apostólica Notre Charge Apostolique, n. 11).

A un año del inicio del Pontificado de Su Santidad Francisco, y fieles a la Sede Petrina, oremos por el Vicario de Cristo. Oremos también para que muchos sacerdotes, religiosos y laicos católicos, dejen de lado toda tibieza y pusilanimidad, den un firme y activo testimonio de la Santa Fe, y trabajen unidos por el triunfo de la Santa Iglesia en todo el mundo.

9/3/14


La Tradición se escribe con la sangre de los Mártires.

¡Viva la Hispanidad Unida!

¡VIVA CRISTO REY!

5/3/14

MIÉRCOLES DE CENIZA



“Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios” (2ª Carta a los Corintios 5, 20).

“(…) La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto” (Catecismo de la Iglesia Católica - 540).

3/3/14

A LAS PUERTAS DE LA CUARESMA


La sola mención de la Cuaresma, cuya celebración nos convoca una vez más este año, evoca con frecuencia la conocida tríada oración-limosna-ayuno, que constituye el eje alrededor del cual gira la práctica de la vida cristiana en este tiempo fuerte. Tiempo de conversión por excelencia, además, significa esta cuarentena, tal como lo indica su carácter penitencial y se encargan de subrayar los textos que la liturgia nos ofrece cada día.

Sin embargo, el mensaje que tradicionalmente dedica el Santo Padre con ocasión de la Cuaresma, nos habla este año de algo diferente: la pobreza de Cristo. Al respecto, el motivo que lleva al Sumo Pontífice a abordar este tema, que podría parecer más a propósito para el tiempo de Adviento y Navidad, en su habitual exhortación para esta etapa del año litúrgico, está señalado hacia al final del mensaje, cuando invita a los cristianos de todo el mundo con las siguientes palabras: “Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza”. 

La alusión del Papa a las del Apóstol a los corintios es clara. De hecho, la cita constituye el leit-motiv de su mensaje cuaresmal: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (cfr. 2 Cor 8, 9). “O, admirabile commercium!” (¡Oh, maravilloso intercambio!), es la expresión que ante este misterio se halla con frecuencia en la liturgia navideña: el Hijo de Dios, consustancial al Padre, asume la naturaleza humana, para elevar al hombre a la participación de la naturaleza divina. El texto paulino, en este sentido, no hace sino poner de relieve la forma en que ello se realizó, conforme, empero, a la misma lógica de “intercambio”: “No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación”, dice Francisco; “al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz”. “Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza (…) La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama”. 

Ahora bien, como explicaba el Santo Padre en las líneas citadas más arriba, el ejemplo de Cristo está destinado a la imitación de los fieles, tal como se desprende incluso del mismo contexto del que está tomada la exhortación del Apóstol, que se dirigía precisamente a suscitar en los corintios el impulso caritativo en favor de los fieles de la iglesia de Jerusalén. Dice, en efecto, el Papa: “Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo (…) La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo. A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas”. Desde este punto de vista, pues, es la caridad lo que se halla en el centro del mensaje papal, como es lo que se halla en el centro del Evangelio. 

En este tiempo de gracia, por lo tanto, estamos llamados nuevamente a unir al incienso de la oración, no solo la mirra del ayuno y la penitencia, sino también el oro de la caridad, recordando la vocación que hemos recibido como consecuencia de la filiación divina en Cristo.